Un gorila se encuentra con otro gorila. El primer gorila mueve un brazo, el otro gorila desplaza el suyo. El primer gorila levanta la pata izquierda, el segundo gorila alza la misma pata. El primer gorila oculta la mano detrás de su espalda, el segundo gorila curioso, va a ver que ha escondido el gorila en su mano, y se da cuenta que no hay otro gorila, es él frente al espejo.
No es tan fácil discernir realmente quién está delante de nosotros o qué es realidad. A quién no le han confundido físicamente alguna vez con algún hermano o algún primo. Esta confusión, que puede resultar simpática, no cobra importancia hasta que no entramos involuntariamente en el proceso de etiquetado en el entorno laboral. Dicen algunos psicólogos que la impresión se forma en los primeros minutos, quizá es así cuando te encuentras en un bar, oteas el paisaje para decidir con quién vas a establecer una conversación. El riesgo si te cofundes es mínimo, te inventas una excusa y te vas.
En el puesto de trabajo, el efecto secundario de esta clasificación es que en muchas ocasiones te puede limitar, o al menos poner obstáculos en tu futuro profesional. Y uno se pregunta, sin haberme consultado a mí, que soy la fuente con mayor conocimiento sobre mí mismo, ¿cómo han llegado a esta clasificación? En un primer momento alguien se formó una opinión casi automáticamente, quizá otra persona la “compró”, o tal vez alguien nos miró y no nos vio, quedándose con lo superficial o generalizando por una acción concreta.
Y el etiquetado, ¿Desaparece con el tiempo? Por sí sólo, difícilmente. Somos humanos, subjetivos, y siempre estará aquél que sólo considerará los hechos que reafirman la clasificación e ignoran aspectos que la contradicen. Ante esta situación puedo enfadarme o frustrarme, porque es injusto, se aleja de la realidad, o carece de fundamento. Pero, ¿Tengo opciones si no estoy de acuerdo en qué caja me han clasificado? Naturalmente que sí, aunque nos llevará su tiempo. Las vías principales son corregir y actuar.
1. Corregir cuando sea partícipe en alguna conversación, aclarando aspectos relativos a mí, que sean imprecisos o erróneos.
2. Actuar acorde al dicho “mis acciones no dejan escuchar mis palabras”, continuaré actuando de acuerdo con mis principios, mis valores, y no considerando lo que me atribuyen. Modificando aquellas conductas, que no pertenezcan a mi esencia, y que pueden ser malinterpretadas.
Y a ti ¿te han etiquetado? Cuéntanoslo.